Qué nuestra enseñanza no cegue las necesidades de los y las estudiantes

Un estudiante se prepara, piensa, estudia, necesita, se cuestiona. Al estudiante le suceden cosas todo el tiempo, a nosotres (pofesores), también. Somos todes la complejidad perfecta; la debilidad constante; la fuerza interminable, el equilibrio imposible de mil maneras de ser. Somos todes seres humanos. Es por eso qué teniendo presente y entendiendo siempre estas cuestiones, está en nosotres el compromiso de no olvidarnos nunca no solo del ser humano, si no del ser estudiante.

Es importantísimo qué nos pongamos con toda la concentración a programar una clase, qué la ejecutemos con todo el amor y toda la responsabilidad qué se pueda. Pero más importante es entender a la otra persona, preocuparnos por su proceso, acompañarla, respetarla y, por sobre todas las cosas, intentar entenderla, siempre.

Qué el proceso de enseñar no nos cegue de sentimientos no nos cegue de sentires, no nos cegue de amar. Encuentro indispensable entender el proceso cómo la columna vertebral de toda construcción educativa, y a partir de ahí expandir el conocimiento y la información mediante los infinitos canales qué les estudiantes pueden percibir en sus poros. Cada persona es un mundo, cada profesor o profesora también lo es. No hay nada qué demostrar, si no un camino para juntos andar.

Cambiemos el foco y qué esté nazca a partir de la mirada de la persona qué aprende, mimetizémosnos con sus dudas y sus curiosidades. De esta manera conseguiremos también nosotres mismos aprender muchisimo más, ¿aprender a qué? Aprender a enseñar, aprender a aprender.

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